POESIA: MADRE DEL SOL, DE LAS NOCHES BLANCAS Y LAS NOCHES NEGRAS...
Mi nombre primitivo
fue animal de astro y piedra.
Después, me doblaron en triángulo
las melancolías colgadas de mi cuello.
Anduve como los patos
con las piernas torcidas
y fuiste; tú:
Poesía salvadora en el rincón,
en la ráfaga y en el fuego del cielo;
quien me enseñó la paz de los silencios
y la guerra nupcial de las palabras.
Crucé contigo las fronteras:
Llegué al mito,
a la mitad desnuda de la luna
y en el corredor de un hotel
solo, con frío, mojado:
Te amé escondido en el pelo de la sombra.
Poesía arrodillada entre mis manos:
Yo tu lágrima.
Verso hecho pan y lecho divino:
Yo tu amigo.
Abecedario infinito,
que escalas los viejos dolores de mi espíritu
y allá en lo hondo, muy adentro;
casi donde naufragan los conceptos:
Tintineas con el alma nostálgica.
Para tu corazón mi boca
cuando hablan a través de mí:
las mariposas, las fuentes y los sueños.
Oh amiga,
que revives la hojarasca de mi otoño.
Oh amor sin cuerpo;
has convertido mi vida en botón
y pájaro de todos los vientos.
A mi existencia en lluvia,
en barca de cristal sobre las olas
y por ti; a veces me siento una sílaba de agua,
que cae en tu pecho azul de marinera.
Multiplicaste mi existencia por la ternura
y la hiciste intensa como mi delirio.
Diste calor a los pétalos de mi flor en la tormenta
y sacaste el miedo de mi carne.
Tú: Mi Ser.
Yo: tu tiempo.
yo; tu ladrón de rosas;
yo; tu pequeño cementerio:
Te amo, poesía;
encima de los trenes
y detrás del arcoiris.
Quiero cantar la noche más querida
y la más penosa noche de la arena;
indefinidamente blanca.
Cantar, ver, hundirme;
en la verdadera astrología del hombre;
en la inmensa geografía de las ciudades.
Quimicamente, según las leyes.
Incrustado en tu esencia
como el mango a la cuchara.
Movible por los países
que tienen dos semanas
y por los continentes sumergidos
en la humedad solemne de sus selvas.
Poesía:
Madre del Sol,
de las noches blancas
y las noches negras.
Tú: fruta madura,
ala,
uva;
herencia de los lingotes de dolor
del ser humano.
En esta tarde sin velo
me seduces
y arde un licor rosa,
del color de tus párpados,
en mi corazón turbado.
Yndamiro Restano
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